Carolina
Alvarez Elizarraras
“Conocer el pasado para entender
y transformar el presente”
Cambiando
de canal me encontré con una película llamada Cananea, no había tenido
oportunidad de verla y la verdad me gusto. Un filme de Marcela Fernández
Violante en la que se narra los antecedentes de la famosa huelga realizada por
los mineros a principios del siglo XX, ocurrida el 1 de Junio de 1906, este
acontecimiento se considera precursor de la Revolución Mexicana, y todo un hito
en los tiempos que corrían. Hablar de la película es entrar en un dilema
cinematográfico entre su fotografía, trama y secuencia, por tal razón es más
interesante y cuestión de análisis la temática de aquel entonces y tan actual
en este presente. La película no muestra el aspecto real del presidente,
Porfirio Díaz, pues en las escenas del filme solo se proyecta cómo fue la
visita a la mina y cómo le mostraron las condiciones en las que se desempeñaban
los trabajadores. El contexto vivido en el México de esos tiempos es más crudo
y amargo que eso. Las condiciones laborales rayaban en lo inhumano, el poder se
concentraba en solo unas manos y las empresas extranjeras gozaban de la
impunidad y el cobijo del gobierno federal para saquear nuestros recursos. Las
huelgas de Cananea y Rio Blanco (aunque es conocida así, los obreros que se
declararon en huelga pertenecían a las fábricas de Tlaxcala y Puebla) fueron
algunas de las situaciones que mejor describían el statu quo del Porfiriato. La
segunda huelga (la de Río Blanco) se dio en diciembre de 1906, los obreros
textiles pidieron la intervención del presidente, quien favoreció a los empresarios
y ordenó la reanudación de labores en las fábricas en enero de 1907, no solo
sin satisfacer las demandas de los trabajadores sino que atentaban contra la
libertad de asociación y aprensión de todos los huelguistas, sociedad campesina
u obrera. Lo que provocó una revuelta y terminó con la intervención de los
soldados del 13° Batallón quienes dispararon contra la multitud. Una vez
restablecido el orden por las fuerzas militares, el gobierno de Porfirio Díaz
ofreció un gran banquete a los empresarios extranjeros propietarios de las
fábricas en compensación por la rebelión obrera.
¿Qué
tanto hemos cambiado de un tiempo a la fecha? Han pasado un sinfín de
movimientos desde la revolución hasta la actualidad, cada uno representa un
fragmento de nuestra historia contemporánea, un rasgo en la personalidad
colectiva y la psique de la sociedad, sin embargo pareciera que por más episodios de cambios, de lucha, de
concientización; en México tenemos ese mal de no conocer y reconocer nuestra
historia. Una y otra vez repetimos patrones sociales de conducta mal
encaminados, bien sustenta la tesis del libro de Andrés Manuel López Obrador “Neoporfirismo,
Hoy como ayer”[1], el
cual realiza un recorrido paralelo entre los tiempos del porfiriato y los
actuales; “en el exhibe las fechorías, las grandes fallas, las trapacerías de
nuestra historia pasada y presente. Andrés Manuel empleó el tiempo que le
quedaba luego de sus recorridos por toda la República para sentarse a estudiar,
a investigar y exhibir lo que han hecho los gobiernos de México hasta el día de
hoy. Después de leerlo pensé que ojalá y los estudiantes de México tuvieran un
maestro de historia tan puntilloso, apasionado y responsable como él. Cárdenas
supo cómo ninguno que los gobernantes deben vivir lo que vive el pueblo, su
duro viaje de la mañana a la noche. Si así lo hiciera hoy el gabinete en turno
sabría cuáles son las demandas y cuáles pueden ser las soluciones”[2]
Y
he aquí que la frase que versa sobre que el pueblo que no conoce su historia
tiende a repetirla, se ejecuta de manera literal, desafortunadamente la
conciencia de muchos mexicanos sigue dormida, sumergida en una ensoñación
mediática, alimentada de momentos y sucesos transitorios e inútiles como las
telenovelas, de momentos y luchas tan potentes que son desmanteladas para
evitar cambios. Cuando termine de ver la película que les comentaba me quedó
esa sensación de desasosiego tan conocida en mi cuando observo algo que por más
vueltas analíticas que le doy no logro entender su congruencia. Repetimos,
estamos bajo un mismo régimen, los actores políticos solo han cambiado de
nombre y de colores quizás, pero la situación sigue tan vigente a más de un
siglo de distancia. Me acordé por ejemplo de un dato que nos compartió Alfredo
Ramírez Bedolla el domingo 10 de Agosto, cuando impartió la plática sobre la
Reforma Energética: en 1903 la primera ley sobre el petróleo consideraba a este
como propiedad de la Nación pero las empresas extranjeras podrían expropiarla
siempre y cuando dieran regalías al gobierno; y ¿Acaso no es lo que viene en
esta nueva reforma?, y así podríamos ir citando las 21 leyes que integran la
Reforma aprobada, cada una de ellas impactando de manera negativa al grueso de
la sociedad, la que sigue siendo más vulnerable, la clase media y baja, la que
paga los platos rotos de las malas decisiones tomadas no solo por los
representantes sino por todos aquellos que votaron por ellos.
Hacer
labor de concientización es todo un reto, no se trata de hacer que el otro
piense como nosotros, se trata de que
analice, de experimentar desde otro punto de vista, desde el colectivo, se
trata de percibir las injusticias como una lucha social propia, mientras la
igualdad sea una cuestión ambivalente no habrá prosperidad y eso no lo
entendemos, tampoco se trata de casarse con ideas socialistas o comunistas, o
cualquier otro tipo de pensamiento, creo que al final se trata de ser una persona
honesta, congruente, reflexiva, apasionada por su trabajo, combativa contra las
injusticias y con un amor tan grande por su nación que mantenga la esperanza
como el recurso y la motivación más magna para transformar. Sí, creo que a una
persona así le han llamado “loco”, “sociópata” y demás motes que se les puedan
ocurrir, pero nunca le podrían llamar corrupto.
Hoy
como ayer, los grandes poderíos buscan apropiarse de nuestros recursos, de
nuestra soberanía, hoy como ayer nuestros gobernantes están al servicio de esta
mafia, pero lo alentador es que hoy como ayer, existen esos luchadores,
aquellos precursores de levantamientos como el de Cananea y Rio Blanco, esos que se alzaron en armas como en la
Revolución y sobre todo hoy como ayer hay muchos que están saliendo de ese
estado de ensoñación y con el estandarte idealista de la trasformación, caminan
en nuestro presente para recordarnos que es muy cierto: el camino se va
haciendo cuando lo andamos.
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