Carolina
Alvarez Elizarraras
Yo parezco haber nacido para no
aceptar las cosas tal
como me son dadas…
Julio Cortázar
Siempre he creído que no hay
peor error que caer en la omnipotencia de sentirse con la verdad absoluta, no
la hay, todo es relativo y está sujeto a la percepción de cada uno de nosotros
en contraparte con nuestro propio desarrollo psicosocial, cada quien ve las
cosas como queremos verlas. Y en política no se diga, ahí se dan las verdades
más relativas que puedan existir, cada quien desde su trinchera se considera la
mejor opción y con los mejores propósitos y argumentos. Ahí entran todo tipo de
subjetividades, incluidas la de los ilusos que dicen que la política no les
interesa porque es una porquería y la comienzan a definir con un sinfín de
alegorías, a final de cuentas es un eufemismo clásico que demuestra lo hastiada
que se encuentra la población de clichés y regresiones psicopoliticas.
Solo que olvidamos algo muy
importante, los partidos no son los causantes de nuestros males
gubernamentales, en esencia son los personajes al interior de ellos quienes
corrompen al sistema, un engrane que funciona mal termina desafortunadamente
contaminando a los demás a su alrededor, porque como cualquier conducta humana,
lo más fácil es hacerse hacia el lado cómodo, al lado de lo común, lo
verdaderamente maravilloso sería lograr ir en contra de la corriente, salir de
esa zona de confort tan pasiva como dañina, ser diferente, sin temor a los
cambios, contagiar con buena actitud a los demás… eso sería maravilloso sin
lugar a dudas, pero como en este punto ya suena de nuevo ese idealismo tan
marcado en mí, pues mejor ponemos pies en tierra y nos contextualizamos en la
situación actual.
Mucho he oído que entrar en
este mundo de política es dañino, es una pérdida de tiempo y es traicionera, en
efecto lo es, pero ¿y si el móvil para adentrarse en este mundo de percepciones
relativas fuera otro? Si en realidad no fuera una necesidad, y llevara más bien
un tinte de experimentación, digo, ante tantas hipótesis expuestas, lo mejor
sería corroborar o derribar cada una de ellas ¿no? al final del día el no ya lo
tenías y si no intentas hacer algo diferente nunca te percatarías de que los
cambios si son fácil de empujar, bueno, al final del día, pues resulta que
también entra mi faceta de psicóloga ¿no?
Hubo un tiempo, lo admito,
en el que me molestaba un tanto los comentarios sobre mi ideología tan
obradorista, hoy en día, no la defiendo, solo dejo que me acompañe. En diversas
ocasiones me preguntaban ¿por qué morena? (les confieso que lo siguen haciendo
burlonamente) y ahí iba yo tratando de responder apresuradamente con juicios
que resultaran convincentes, algunas veces encontraba eco, otras ni siquiera se
permitían escuchar, pues en otras plataformas políticas, cada uno defiende su
ideología y creo firmemente que debe haber gente congruente y honesta que crea serenamente
que desde su plataforma y sus estatutos e iniciativas se puede cambiar este
país.
Sin embargo en mi, esa
pregunta seguía latente, introspectivamente la cambie a un ¿para qué morena?
ahí se soltó un torrente de ideas tan locas e idealistas como necesarias de
pragmatismo. Les confieso que mucho tiene que ver en ello la lectura, bendito
hábito heredado de mi madre, tantos libros, tanta historia han hecho mella en
este deseo de ser parte de una regeneración social, la cual tendrá un éxito
rotundo si la logro en mis hijos como primera instancia, y si genera ruido en
otros sectores pues ya llevaría camino avanzado. Será que rayo en los sensibilísimos
(ridículos quizás para muchos) de sentir a través de la lectura, de la
historia cargada de melodramas políticos
por los que ha atravesado nuestro país, de haber tenido la oportunidad de
platicar con ese personaje que desata polémica y darme cuenta de su verdadera
vocación de servicio, de ser irremediablemente de ese lugar donde está el
corazón.
Sigue siendo un enigma saber
de qué lado está la verdad, pero lo que
si podemos exponer y se puede clarificar son los motivos que nos llevan a actuar,
la congruencia en ellos se marca y queda grabada en nuestras actuaciones, lejos
de la bipolaridad y megalomanía política, y queda grabada en la única parte de
donde nunca se borra y que se convierte en el mayor juez de las decisiones
tomadas: la historia, en base a ella para mi es inevitable discernir de otros
en cuanto a los modos, usos y costumbres de hacer política, atorarse en los
métodos clásicos sin experimentar es tan conformista como esperar a que EPN
renuncie por su cuenta, es tan errático como creerse con la verdad absoluta...
Touché
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