Carolina
Alvarez Elizarraras
La mujer no nace sino se hace…
Simone de Beauvoir
Hace un año exactamente,
escribía en estas páginas sobre la mujer, ese mágico ser del que cada uno de
nosotros provenimos, esa bella persona a la que se le dedica un día en este mes
para celebrarla. En esta ocasión quisiera compartirles parte de la ponencia
realizada en el Hospital Civil, encuadrada en este marco y desde el tema de
“Equidad de Género y sus Repercusiones Sociales”. Aunque no soy psicóloga
educativa, la invitación vino por mi desempeño en el ámbito escolar, así que
espero les apetezca leer un análisis psicológico sobre la violencia de género y
los retos para erradicarlas desde el sector educativo.
La cultura marca a los seres
humanos con el género, y el género marca la percepción de todo lo demás: lo
social, lo político, lo religioso, lo cotidiano. Existe gran dificultad para
analizar la lógica del género, ya que se trata de una asociación que ha estado
inscrita por milenios en la objetividad de las estructuras sociales y en la
subjetividad de las estructuras mentales.
Los mecanismos de
discriminación más importantes que afectan a las mujeres en el sistema
educativo ya no se sitúan en el acceso al sistema, sino en la calidad y en las
modalidades de enseñanza. El contexto escolar constituye uno de los espacios que más poderosamente influye en la
construcción de la identidad personal de hombres y de mujeres, y de su futuro
proyecto de vida. En cada contexto social se construye un conjunto de rasgos de
pensamiento, de valoraciones, de afectos, de actitudes y de comportamientos,
que se asumen como típicos y como referentes del deber ser y de pertenencia,
según se sea hombre o mujer.
Estos rasgos que revelan la identidad de las personas, contienen a la
vez elementos asociados a los atributos, a los roles, a los espacios de
actuación, a los derechos y obligaciones y a las relaciones de género. Se
plantean de manera explícita a través del proyecto educativo, de la normativa y
de la reglamentación, es decir, parten del discurso de la institución escolar,
o, por lo general, son fragmentos del currículo oculto o escondido.
El currículo, desde la
perspectiva de género, nos permite diferenciar entre el currículo explícito y el
currículo oculto o escondido. El explícito (o formal), hace referencia al
documento escrito, que, por lo común, provee a docentes y a directivos del
marco teórico orientador de un determinado proyecto educativo, de sus
objetivos, de sus contenidos, y, a veces, de sus estrategias educativas. El
oculto está constituido por todos los mensajes que se transmiten y se aprenden
en la escuela sin que medie una pretensión explícita o intencional, y de cuya
transmisión pueden ser conscientes o no los docentes y el alumnado. El
currículo oculto está formado, entre otros elementos, por creencias, por mitos,
por principios, por normas y por rituales, que, de manera directa o indirecta,
establecen modalidades de relación y de comportamiento de acuerdo con una
escala de valores determinada.
En el ámbito educativo se
deben plantear interrogantes acerca de los modelos, de los valores y de las
expectativas de género que se enseñan y que se aprenden a través de la
experiencia educativa; acerca de cómo se articulan con otros valores que
circulan en las aulas, relacionados con el nivel socioeconómico, con lo étnico,
con lo rural, etc. Es necesario debatir sobre la incidencia de este marco
cultural para el desarrollo integral, para el rendimiento del estudiantado y
para su futuro desempeño social.
La sala de clase es un
ámbito en el que niñas y niños dependen de una persona adulta dotada de mucho
poder, y que está relacionada de forma directa con el futuro de dichos niños/as
a largo plazo, por lo que difícilmente puede evitar participar en los procesos
en los que las relaciones normales y las clasificaciones entre los sexos son
definidas en todo momento. Las investigaciones efectuadas hacen ver que, en la
sala de clase, los docentes reproducen de modo activo el sistema jerárquico de
divisiones y de clasificaciones de género, que no lo cuestionan sino que lo
refuerzan, y ello ocurre a pesar de que en su discurso teórico propician la igualdad entre los sexos (Stanworth, 1981;
Dupont, 1980; Gianini Belotti, 1984; Mreno, 1986).
Estas diferentes
expectativas son compartidas por el mundo en general: los padres, las madres,
el profesorado y las amistades, aceptan sin problemas que un varón sea el
presidente de curso, pero su actitud suele ser distinta cuando tal posición la asume
una mujer. Así, por influencia de la sociedad, las mujeres no desarrollan la
confianza en sus propias capacidades de liderazgo y de autoestima, y, como
consecuencia de ello, en parte tienen experiencias menos positivas que los
varones en dichos campos de acción. Por otro lado, en un estudio realizado por
Josephs, Markus y Tafarodi (1992), se observó cómo las diferencias de género
influyen en la autoestima. En él se evidenció, por ejemplo, que los hombres se
perciben a sí mismos como sujetos que cuentan con mejores niveles de habilidades
cognitivas, mientras las mujeres tienden a presentar un mayor nivel de
autoestima en lo que se refiere a su capacidad de interconexión con otros.
Para el desarrollo
equilibrado y armónico de la personalidad es necesario el impulso de la
identidad, de la autoestima y de la confianza en sí mismo, aspectos que están
formados tanto por la calidad del afecto recibido en los primeros vínculos en
la familia, como en la relación establecida con otros/as significativos. Surge entonces
la importancia de la profesora o del profesor en el crecimiento de la
personalidad y del proceso de socialización.
Sólo un concepto de igualdad
construido desde el reconocimiento de la diferencia individual, con
independencia del género, permitirá el desarrollo de las potencialidades y la
expresión de la riqueza propia de los seres humanos, sin limitaciones derivadas
de su sexo.
Sólo una educación sana y
equilibrada desde casa proveerá herramientas de desarrollo integral y benéfico
para los hijos, así educando en igualdad de género se educa para un mundo sin
violencia y maltrato del mismo. Por lo tanto aunque es importante lograr un
trabajo integral con los docentes, debemos recordar que la principal
herramienta de educación viene desde casa.
Y mis saludos más
respetuosos y orgullosos para: ¡La mujer más hermosa es la que lucha!, por sus
hijos, por su familia, por su trabajo, por superarse, por sus derechos, por
acabar con las injusticias, por sus ideales, por el que lo requiere, por su
país y sobretodo porque con su visión de MUJER, siempre, siempre, siempre busca
tener un mejor entorno en donde vivir… a todas mis luchadoras mujeres:
felicidades no… ¡luchemos juntas! Un abrazo.
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