lunes, 30 de marzo de 2015

LA REALIDAD Y LA MITOLOGIA



Carolina Alvarez Elizarraras

Esta no es la realidad real,
la realidad real está detrás del telón.

Pues en días de vacaciones las ideas fluyen más libremente, aun cuando nuestro subdirector nos apresure para el día de entrega de artículo, esta vez las ideas vienen acompañadas del libro en turno. En colaboraciones anteriores les compartí una plática que tuve la fortuna de tener con uno de mis autores mexicanos favoritos: Juan Miguel Zunzunegui, todo un personaje de la literatura y de vida misma, en aquella charla al entrar en el ámbito inevitable de la política, él me compartió lo que a su parecer México necesita para avanzar como nación, discernimos en algunos puntos como los partidos políticos y su estructura y liderazgo, no es muy devoto de AMLO, pero me apremio por ser una morena sin  radicalismos y con ansias de escuchar y aprender, yo le agradecí que viera esa parte de equilibrio, y al recordar que era yo psicóloga, me pidió que leyera su libro “Los mitos que nos dieron patria”, que me percataría de dos tres cosas interesantes, por fin tuve la oportunidad de tenerlo en mis manos y miren que me ha gustado mucho. No era para menos, como saben algunos de mis lectores, cada quincena incluyo esa parte de perspectiva psicopolitica en mis escritos, y encontrarme un libro en el que México por fin se somete a un proceso de terapia, tendido en el diván del psicoanálisis más clásico, pues ya se imaginaran las grandes coincidencias de pensamiento.
La tesis principal del mismo versa sobre la gran cantidad de mitos y mentiras sobre las que converge nuestra historia, las grandes contradicciones que ejecutamos día a día, somos un país traumado, que se resiste a entrar a terapia, buscando innumerables pretextos. Parte de los mitos que el autor sustenta vienen con la versión oficial de la historia, esa historia llena de héroes y villanos, con matices tan encontrados que cuando de verdad analiza las cosas, sucede que no puedes quedarte con esa sensación de conocer más allá, la otra realidad…
“La visión oficial de la historia le ha causado a México una terrible patología psicológica que yo he llamado El Síndrome de Masiosare: un gran complejo de inferioridad, crisis de identidad, un terrible trauma de conquistado, individualismo, apatía… todo sumado a una inmadurez crónica que provoca ESQUEzofrenia; la tendencia al ‘es que’… al eterno pretexto que nos exculpe de todas nuestras desgracias”. En nuestro nefasto juego de máscaras nos hundimos en el pasado, con un ancla enorme y una más grande venda en los ojos. Un México que vive del mito de sí mismo y donde tenemos que reafirmar nuestra identidad de forma agresiva gritando: ¡Viva México ca…! [1]
Honestamente me gustaría poder compartirles todos los textos que yo tengo como costumbre ir subrayando cuando leo, pero me conformare con los datos más importantes y concretos. Y esta, sé que generará ruido: “Tan contradictorio es México, y tanto está acostumbrado a eso, que no le resulta extraño que la revolución haya sido supuestamente por democracia, y que de ella emanase un partido dictatorial que evitó la democracia todo el siglo XX, por esta misma razón casi nadie nota lo ridículo del nombre que adoptó el partido con el tiempo: Partido Revolucionario Institucional, la paradoja y la contradicción tan propias de México están en el partido dictatorial: la revolución significa cambio, lo institucional está quieto e inamovible, son básicamente conceptos antagónicos, pero forman el nombre del partido”[2]
Interesante, ¿no cree usted? Pero no podría darles el diagnóstico de estas sesiones de México con el psicólogo, eso para que sea un estímulo y lo lean por ustedes mismos, y otro tanto porque al final cada cual sacamos nuestra conclusión y la mía, pues siempre va matizada de un poco de idealismo femenino. La verdad es que el libro te hace pasar ese rato redescubriendo mitos, somos un pueblo lleno de ellos, con un fervor guadalupano que surge en base a una antigua creencia que ni siquiera es de nuestro país (y que lamentable y tristemente es utilizada para mover masas a conveniencia), un pueblo inundado de creencias que nos llevan a tener un evidente miedo al cambio y como resultado nos paraliza en conformismos sociales, me quejo pero no me activo como persona para generar un cambio, señalo y enjuicio pero nada hago para construir, veo lo diferente como algo malo, culpo a los demás pero no tomo mi propia responsabilidad (sobre todo cuando emitimos un voto), me conformo con lo que me dicen y pierdo mi esencia autodidacta de investigar más, acepto los placebos de los partidos pero termino sintiéndome culpable y comprometido por ello así que sin conciencia voto a consigna, encargo a Dios las cosas que yo puedo solucionar… “Dios está muy distante, así que el mexicano promedio encarga ese trabajo divino de cuidarnos a quien ve más cercano; en este caso el Estado. Ahí está el mexicano paternalista esperando que su Dios terrenal encarnado en presidente o mesías político siempre anhelado soluciones los problemas”[3]
Nuestro querido México y sus mitos, y esa terrible tendencia a repetirlos, ¡y agarrémonos!, porque se vienen tiempos de repetición de patrones (unos ya se están generando) y veremos una pasarela de ellos, que habrá que ser muy inteligentes emocionalmente para sacar la casta y decidir equilibradamente. Mitos y mentiras… La única verdad es el momento que vivimos, lo único que podemos cambiar es este presente, ni el pasado nos debe marcar pero si podemos aprender de ello,  ni el futuro preocupar pero sí sentar bases que generen cambios verdaderos, la esperanza no debe estar en figuras autócratas, la esperanza la creamos día a día, los mitos, esos también nos los podemos sacudir nosotros mismos. La realidad, empieza a estar en nuestras manos…



[1] Juan Miguel Zunzunegui, “Los mitos que nos dieron traumas, México en el diván: cinco sesiones para superar el pasado” Editorial Grijalbo, México 2012
[2] Ídem
[3] Ídem

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